Se
oye un rumor no muy lejano
Samaria
Márquez Jaramillo
AY
ayayayyy, se oyen rumores...los comentaristas de café y tertulias hasta se
apoyan en Cien Años de soledad y hablan del destino fatal de un pueblo sin
redención como Macondo.Nuestros antepasados, por su cultura, creyeron en el
predestino. La Literatura, que se nutre de la realidad, lo confirma: Los
Buendía y Macondo desaparecen porque es su sino, que se encuentra escrito en
los pergaminos que Melquíades entregó a José Arcadio Buendía. Macondo está
sentenciado a desaparecer, para cumplirlo llega el ferrocarril al pueblo y se
confirma que el ocaso de los Buendía también se podría deber a un castigo de
Dios por el incesto cometido entre Amaranta Úrsula y Aureliano. En el clan de
los Buendía se cumple la fatalidad: le suceden muchas desgracias y pocos de los
miembros de la familia encuentran la felicidad y la tranquilidad en sus vidas,
como se narra en Cien años de soledad.
La
Historia del Quindío está signada de desgracias no traídas por el tren sino por
la politiquería, el afán de enriquecimiento rápido y el desespero arribista. Es
así como analfabetos de pésima conducta y morales complacientes se adueñaron de
los designios de Armenia , por la comodidad, desidia, soberbia y posesión de
estrecha y corta periférica tranquilidad, con la que vivían los entonces
descendientes de fundadores, y emerge otra clase de administración pública, con
arribistas, nuevos vecinos que llegan a barrios de estrato 6 con ansias de
miles de millones.
Más
allá de la historia de la pelea por la hechura de un puente, hoy paseo mi
memoria con el ánimo de rescatar el ejemplo que nos dejaron algunas
antepasadas: Transcurría 1887 en el municipio antioqueño de Maceo y era una
madrugada. Antonio Herrera ensilló un par de mulas y las arrió, junto con su
mujer, María Giraldo y sus hijos, entre ellos Eudoxia Herrera Giraldo y pasando
por Puerto Berrío, Caracolí, Manizales y Pereira, llegó al que ahora es nuestro
Quindío, trayendo también a su ahijada, una niña huérfana, Cándida Rosa Uribe
Restrepo, mi abuela, y se encontraron que ya estaban allí Jesús María Ocampo,
Alejandro Suarez, Juan de Dios Arango, Manuel Cárdenas, Ignacio Martínez,
Mariano Jaramillo, entre otros. Y fueron dos mujeres quienes, como lo dijera en
1923 en Manizales Valentín Macías: “Emigrado de Antioquia, el viejo labrador un
día, hacha al hombro y machete al cinto, seguido de los suyos emprendió el
éxodo tradicional y llegado que hubo a la cercana colina, con el pecho
dilatado, asombrado los ojos, se posó sobre la montaña. Días después: El fragor
de la serranía, los robles centenarios que se destronan, los guaduales que se
abaten al férreo brazo del conquistador, y el humo de la quema que en espesos y
en negros nubarrones sube al cielo y fueron ¡ ah, señores, qué sorpresa!, dos
mujeres, Eudoxia Herrera y María Giraldo, vestida la primera en traje de hombre
quienes superaron a muchos varones. Varias cuadras de montaña derribaron estas
dos esforzadas mujeres dentro del perímetro de la trilladora Unión y la calle
del Comercio. Ejemplo maravilloso del recio nervio y poderosa contextura del
pueblo que aún del sexo débil se vale para exhibir su pujanza”...
Pero
esa raza altiva, que fundara el Club Social Maceo en Armenia y recorríera con
los pies descalzos sus salones, fue
transformándose hasta llegar a los señorones apoltronados en mullidos sillones,
apostados detrás de los ventanales del extinto club América, criticando y
bebiendo whisky, mientras las damas jugaban cartas, exhibían el trabajo de sus
peluqueras y los vestidos de la casa Osorio, mientras tanto los mal nacidos del
seno de la politiquería desplazaban a los negligentes y tejían ambiciones.
No
es verdad que “si quiera se murieron los abuelos” ( evoco y rindo un homenaje a
mi bisabuelo, don Mariano Jaramillo) porque si los descendientes de ellos
hubiesen defendido la tradición, el honor, la dignidad y la verraquera de esos
que acá llegaron buscando fortuna en minas y guacas y comprando oro cacao y
café, pero a la vez fundando pueblos y ejerciendo el oficio de pobladores, otra
historia estaríamos contando ahora los quindianos, tan atentos a que se imponga
real justicia y rueden cabezas ...Tal vez, si es inminente la decapitación como
gobernante regional, fuera bueno que el ex cura, no padre, pusiese su barba en
remojo.
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