Bienvenida la subversión
Samaria Márquez Jaramillo
Para empezar: No se debe tener miedo a la palabra subversión. Su
primer significado es, en la tabla de valores humanos, cambio ocasionado por el querer popular.
Luego, los soberanos del poder, ya fueran
reyes, príncipes, emperadores, sultanes y otros dueños de vidas y haciendas,
llámense Maduro o Idi Amín , la
demonizaron, la convirtieron en sinónima
de sedición –no lo es- y la hicieron
valer como representación de “movimiento revolucionario, culpable de la destrucción de la estabilidad política o
social de un país”. ¡Las palabras sirven para alabar, para condenar, para
destruir o para engendrar! Olvidándose que son los útiles de Dios porque él,
por ser Dios, con pensar en algo lo materializa. Sin embargo, su primera acción
en la Creación la ordenó con palabras:
“Hágase la luz”…
Friederich Nietzsche, en su obra La genealogía
de la moral afirmó que “ de la misma
manera como el pueblo separa el rayo de
su resplandor y concibe al fulgor como un hacer, como la acción de un sujeto
que se llama rayo, así las acciones del
pueblo se separan, también, de la
potencia de las ostentaciones de la moral gubernamental, mostrando que detrás
del conjunto de costumbres y normas que se consideran buenas para dirigir o
juzgar el comportamiento de las personas en una comunidad, existe un fundamento
diferente, virtuoso del libre albedrío, que es dueño de exteriorizar y,
también, de no exteriorizar otra fortaleza ética”.
No todo “subversivo” es socialista, puesto que
el concepto no reseña cuáles relaciones reemplazarán a las “subvertidas”. El
término se asocia, casi siempre de manera simplista, con ideologías
provenientes de la izquierda política. El uso ideológico de éste término, con
una fuerte carga negativa, se acrecentó
en los inicios del siglo XX.
El libro
Nunca Más, llamado el informe Sábato porque fue este escritor quien lo entregó,
establece que la lucha contra los «subversivos», con la tendencia que tiene
toda caza de brujas o de endemoniados, es un delirio semántico transformado en
represión, usado por los defensores del statu quo para designar al “enemigo que
debía aniquilarse”. En este contexto, las Fuerzas Armadas en Latinoamérica, se
auto asignaron la tarea de “defensa” de la Nación frente al peligro de la
“subversión”, y es cuando un término equivocadamente utilizado se convierte en
política de Estado.
Porque todo nos llega tarde a los provincianos
–empleo el término de manera peyorativa como voz que habla de “persona carente
de amplitud de ideas o puntos de vista, por falta de información y/o
conocimiento”- yo, posestructuralista , considero que el lenguaje tiene una función clave en el
desarrollo de la actividad humana y en sus funciones, pero apenas ahora leo y
releo La Subversión en Colombia: El cambio social en la historia, publicado
originalmente en inglés en New York en el año de 1968 y del que está circulando
la 5º edición, de Orlando Fals Borda, quien intercede por la abolición del
pensamiento light y cómodo que nos hace
expresar “no me importa quien gobierne, pues de igual manera tengo que
defenderme solo”, porque por eso estamos como estamos: Asolados por la violencia y los problemas propios de
una sociedad y un Estado decrépitos incapaces de superar políticamente las
contradicciones y problemas sociales, y cuya primordial acción gubernamental es la corrupción.
Confieso: Soy subversiva. Aprendí que la
subversión social comienza para cada quien cuando declara que está en condiciones de hacer aquello de lo que no se le
consideraba capaz. Yo puedo, tu puedes,
ellos pueden y nosotros podemos más.
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