Nací hace muchos años en La
Tebaida, municipio del Quindío. Tuve una infancia feliz. Lo descubrí hace
poco. Era débil, esmirriada, temerosa y
sigo siendo fea. Los niños no me elegían como compañera de juegos. Mi papá, al llegar a la casa, se mecía en una
silla, mientras leía el periódico. Yo me ubicaba detrás de él y abría y cerraba
mis labios imitando leer en voz baja. Un día mi mamá dijo:” ¡Pobrecita, le
enseñaré a leer!” A los 4 años leía todo lo que pasaba por mis ojos: Los avisos
de la sastrería, la bicicletería, la barbería, la lechería. Todo terminando en
ía. Predestinada: Me iría y volvería.
También en mi primera infancia –ahora voy por la sexta- leía los trozos
de periódico en los que venía envuelto el jabón. Esos pedazos, por no tener los
renglones completos, me daban una información fraccionada que yo intentaba completar. Entonces empecé a
ser escritora.
Cuando tenía 10 años le escribí a El Tiempo, a una página que se
llamaba La Tía Juana. Mi texto fue
publicado completo. Desde entonces no he parado de escribir.
Tengo 5 novelas publicadas. En el año 2004 gané el premio
Iberoamericano de novela Mario Vargas Llosa. Hace 47 años soy periodista.
Trabajé en Cali, en los periódicos
Occidente, El País y El Pueblo.
Fui, fui… ¿Que soy ahora? Pensaré en eso:
Regresé al Quindío. Con dos años sabáticos de por medio, hace 20 años
soy columnista de La Crónica. Y ¿qué más soy?
En mi cédula consta:
Nombre: Samaria Márquez Jaramillo
Sexo : Femenino
Convocadas a contestar, mis hermanas dirán que pude haber tenido más si
le hubiese dado al amor menos. Mis hijos juzgarán que soy la presencia de la
ausencia y mis amigos opinarán que soy frenética,
ferviente, fanática, infantil, obsesiva e insegura. Yo digo: ¡Es mi vida!
Escribir para mí es un oficio mágico: Si no
fuera por él estuviera muy vacía. Me llena de alegrías y de frustraciones. Por
supuesto que el
número de estas últimas es infinitamente más
abundante que el de las primeras. Pero
ocurre que es esa una circunstancia que se escapa de cualquier esfuerzo y decisión míos. Gústenme o no, en
primera página seguirán apareciendo
las pataleta de Uribe, el torso de Falcao García, la cachucha de Gustavo Petro y en un rincón,
que no del alma sino de cualquier página
interior, las estadísticas que explican porque
el salario mínimo es más bajo que en el año 1900. También, ocultas por la pauta aparecen las masacres, los
muertos comunes, el costo de los plátanos, los recortes de personal o las desgracias de las vidas del común y
corriente. Una voz menudita me dice: “Recuerda que trabajas en una industria
que produce periódicos como otras
zapatos o brasieres.
Me niego a aceptar lo anterior. A los hechos me
refiero: El periodismo nació siendo cultural. Sus redactores eran escritores y
su contenido más literario que noticioso pero tenía baja circulación y escasos anuncios.
Después fue el amarillismo y lo banal.
La Literatura vive en los textos bien escritos.
Quien la comenta debe saber escribir y
conocer quienes lo han hecho bien, ganado premios y qué han publicado para que no ocurra lo que pasó acá en Armenia
cuando trajeron una exposición de pintura mexicana: Una muchachita, recién
graduada de comunicadora social, vestida como para un casting, leyó las firmas
en los cuadros y, ruidosamente preguntó: ¿Dónde están los de Carlos Fuentes y
Jorge Volpi?
Quiero recibir la Beca Gabriel García Márquez
porque estoy dispuesta a dar la pelea por el periodismo cultural, los lectores
y mis intereses personales: Los avances digitales junto con las palabras no
pueden hacer en mis reportajes literarios un coctel de incongruencias. Necesito
actualizarme porque al periodista cultural le corresponde informar y también
discernir pero si por los años sesentas,
cuando en Cali se iniciaba la inquietud artística, y en los primeros festivales
de arte con Fanny Mickey como promotora, ya era un compromiso hablar de los
actores de la cultura, cómo cumplir ahora esa tarea. Las
plataformas digitales y las redes
sociales, sobre todo twitter con sus 140 caracteres, multiplican la actividad
cultural pero no tienen tamices adecuados para cernir la paja del heno.
Cerca ya a las 800 palabras tope para sustentar los motivos que me
hacen desear ser favorecida con la beca,
dejo constancia de que en mi ejercicio periodístico me julepea la
presunción de llegar a dilucidar el por qué de las circunstancias y me apabulla
la certeza de que no encontraré las respuestas.