Once años después de ese nefasto
día once, hace tres días, como consecuencia del ataque de exaltados musulmanes, el mundo se conmovió con la muerte,
en la embajada de Estados Unidos en
Libia, de Christopher Stevens y tres ayudantes
norteamericanos. Los fanáticos mahometanos
protestaban por una película que,
según sus creencias, ofende a Mahoma.
Mohammed, profeta de los musulmanes,
es el título del film, que tiene 120 minutos de duración y muestra como las fuerzas de seguridad egipcias no
reaccionan ante la quema de hogares de cristianos egipcios por parte de
musulmanes. Y luego, en primerísimo plano, juega con caricaturas del profeta Mahoma,
representado como un niño de padres inciertos, un bufón, un
mujeriego, un homosexual, un abusador de menores y un ladrón codicioso y
sediento de sangre.
Lo que crea suspicacia es que de
esa película existe en YouTube un tráiler desde
julio, sin convocar reacciones y ahora,
coincidiendo con el 11 de septiembre, se cometa otra violencia contra el país
que sufriera el atentado a las Torres Gemelas, por la misma fecha
Egipto tiene un sitio web de
noticias denominado Al-Wafd. En la noticia, la culpa de la muerte del
embajador estadounidense se atribuye a
los productores de la película: “Los coptos expatriados Morris Sadiq y Zulqmah
Issmat, con el apoyo del cura estadounidense Terry Jones”. Para el musulmán
copto es todo aquel seguidor de Jesucristo, sea católico o cristiano.
Los gobernantes del mundo ya se pronunciaron.
Un comunicado del santo papa, enunciado por el Padre Lombardi, portavoz de la
Santa Sede, se refiere a lo ocurrido y comienza diciendo: “El respeto profundo
por las creencias, los textos, los grandes personajes y los símbolos de las
diversas religiones es una premisa esencial de la convivencia pacífica entre
los pueblos”.
““Que nadie se equivoque, se hará
justicia”, declaró Obama, el presidente norteamericano , luego de confirmarse
la muerte de los cuatro diplomáticos a manos de un grupo de extremistas
islámicos, que expresaban su ira por la
película que, de paso hay que decirlo, es totalmente desconocida en Estados
Unidos.
Los avances internacionales de la noticia se refieren a que en el ataque
al consulado durante la noche del martes, algunos testigos observaron la presencia entre los asaltantes
de hombres armados con morteros y granadas, que actuaban en forma de comando,
lo que hace pensar a las autoridades norteamericanas que pudo tratarse de una
operación planificada. Según versiones iníciales, el embajador, Christopher
Stevens, fue perseguido por los atacantes hasta un lugar seguro del recinto
diplomático, donde habría muerto asfixiado tras el lanzamiento de granadas de humo.
Como reacción a la noticia los norteamericanos piensan, y lo dicen reflejando toda la frustración de
la la sociedad estadounidense respecto a un
episodio que choca con los esfuerzos de Obama por entenderse con los Gobiernos
que surgen del levantamiento árabe: “¿Cómo pudo pasar esto en un país que
ayudamos a liberar, en una ciudad que ayudamos a salvar de la destrucción?”.
En el norte de África y en Asia meridional, en los desiertos y mesetas,
en la imaginación, ignorancia y el miedo de los mahometanos, nacieron las
divinidades por las que ahora en los santos
lugares se matan unos a otros mientras que en las lujosas oficinas de los
emires se manipula el fanatismo. ¡Otra vez el Medio Oriente entregado a sus demonios!,
dioses exigentes, sangrientos y despiadados.
La noria del tiempo gira sobre su
eje, no avanza, v ay vuelve. Ya no es
período de postguerra mundial.
Los viejos ingleses, nostálgicos de Tres Lanceros de Bengala o de las novelas
de Kipling, con sus recuerdos ya no
están. Remontándonos un poco, tampoco y desde 1901, existe el terrible emir Abd
ir Rahman, quien ponía orden a su manera: A los que delinquían metía en una jaula y los ponía al borde de los caminos para que
murieran de hambre y frío; cortaba la mano derecha a los ladrones, clavaba de
las orejas, en las paredes de madera, a los comerciantes deshonestos, hacía
asar en sus propios hornos a los
panaderos que comerciaban con la harina y cortaba la lengua a quienes hablaban
demasiado. Frente al resurgimiento de las pasiones arábigas vuelve a estar de
moda el proverbio: “Para comer del mismo
plato con el diablo, se necesita una cuchara con muy largo cabo…”
Egipto, Siria, Líbano, Israel,
Irán, Irak, recurren a un dios que
tienen varios nombres. Bajo cada uno de ellos, camuflan su sed de oro. Oro que puede
ser de color negro o amarillo. Se fusila, las embajadas son atacadas y la
sangre salpica la piedra negra que, en el principio de la Historia Sagrada, el
ángel Gabriel entregara a Abraham.
Después de la noticia del asalto
a la Embajada de Estados Unidos en Libia
hay que recordar la afirmación del escritor Albert Camus: “Lo que me
interesa es saber cómo conducirse cuando
no se cree ni en Dios ni en la razón”.
Tal vez la solución sea recurrir
a una democracia y Paz laicas.
publicado en La Crónica Del Quindío
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