MORIR SOBRE EL PAVIMENTO
Samaria Márquez Jaramillo
Si bien los
héroes no deben morir sobre sábanas bordadas, es triste para cualquier
ciudadano abandonar este mundo
tirado en la calle. Iba a decir como un perro y me abstuve porque los perros
callejeros tienen ahora mayor protección estatal, a partir de la
aprobación de la ley contra el maltrato animal que mandará a la cárcel a los agresores de los animales y garantizará que no sean tratados como cosas
o bienes muebles sino como seres sintientes.
En primera fila de los
seres sintientes está el ser humano. ¿Alguna ley los protege del abandono, el
desamparo y la injusticia social?
En Armenia se están muriendo
las personas sobre el pavimento. ¿Cómo vivir
dignamente en una región empobrecida por la corrupción, sin morir en el
intento?
Mientras los gamonales pueblerinos
se echan agua bendita con sus alaridos de indignación por la sangría en el presupuesto
del Hospital San Juan de Dios de la capital del Quindío, desprotegidos, dominados por los dolores físicos, algunos de
nuestros conciudadanos agonizan y mueren teniendo como testigo la luz de las
farolas de la calle , los perros callejeros que amontonados contrarrestan el
frío de la noche y como colchón el inhóspito piso de la calle o un parque. Tanto
perros como ciudadanos son sintientes pero ahora está de moda ser protector de
los animales mientras, al tiempo, se hace
a un lado a los semejantes hambrientos y agonizantes.
Se vive una época en la
que todo es injusto. Hasta el eslogan: No
todo lo legal es justo.
Bertolt Brecht, en su
cuento El círculo de tiza, llama la
atención sobre ¿qué tanto responde la sociedad a las reclamaciones de justicia
y a la búsqueda de las verdades que urgen los desvalidos inmersos en una
realidad social canalla?
Mientras se
dilucida qué o quién es más importante entre
los animales y los hombres, hay que repetir
que la justicia hay que exigirla, y que reclamarla es una toma de
posición, a veces cómoda, dentro de una realidad
apabullante.
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