viernes, 27 de mayo de 2016

Periodismo sin respuestas  frente a críticas por mala calidad intelectual
Samaria Márquez Jaramillo



Hace  muchos años, en La Tebaida tuve una infancia feliz. Lo descubrí hace poco.  Era débil, esmirriada, temerosa y sigo siendo fea. Mi papá, al llegar a la casa, se mecía en una silla, mientras leía el periódico. Yo me ubicaba detrás de él y abría y cerraba mis labios imitando leer en voz baja. Un día mi mamá dijo:” ¡Pobrecita, le enseñaré a leer!” A los 4 años leía todo lo que pasaba por mis ojos: Los avisos de la sastrería, la bicicletería, la barbería, la lechería, la droguería, todo terminando en ía. Predestinada: Me iría en  el año 63 y volvería en el 88.
También en mi primera infancia –ahora empiezo la séptima- leía los trozos de periódico en los que venía envuelto el jabón. Esos pedazos, por no tener los renglones completos, me daban una información fraccionada  que yo intentaba completar. Entonces empecé a ser escritora.Cuando tenía 10 años le escribí a El Tiempo, a una página que se llamaba La Tía Juana. Mi texto  fue publicado completo. Desde entonces no he parado de escribir.
Tengo 7 novelas escritas. De ellas hay 5 publicadas... Las otras dos están a la espera. ¿De qué? ¡No lo sé! En el año 2004, con La vida en tiempos de muerte  gané el premio Iberoamericano de novela Mario Vargas Llosa. En el 2014, con Los Nietos del Exilio, quedé  gran finalista en el premio Hispania de Novela Histórica, que ahora, hermosamente editada y eficazmente comercializada por la Editorial Áltera, está en las vitrinas de más de 10 países de habla hispana,

Hace 50 años soy periodista. Trabajé  en Cali, en los periódicos Occidente, El País y El Pueblo. Fui, fui… ¿Que soy ahora? Pensaré en eso: Regresé al Quindío... Y ¿qué más soy? Soy esposa, madre, abuela, amiga, y compañera de manada de Kim, la 1/9 de Pointer Alemán que me encontré en la calle y que de tan traumatizada que estaba demoró 5 meses para ladrar, por primera vez,  en su nueva casa.
En mi cédula consta:Nombre: Samaria Márquez Jaramillo . Sexo      : Femenino
Convocadas a contestar, mis hermanas dirán que pude haber tenido más si le hubiese dado al amor menos. Mis hijos juzgarán que soy la presencia de la ausencia y mis amigos opinarán que soy frenética, ferviente,  fanática y furibunda. Yo digo: ¡Es mi vida!
Escribir para mí es un oficio mágico: Si no fuera por él estuviera muy vacía. Me llena de alegrías y de frustraciones. Por supuesto que el número de estas últimas es infinitamente más abundante que el de las primeras. Gústenme o no, en primera página seguirán apareciendo  las pataleta de Uribe, el  torso de Cristina Ronaldo,  los abultados senos de Sofía Vergara, la auto publicidad por medio de la búsqueda del Tesoro Quimbaya  y en un rincón, que no del alma sino de cualquier página interior, las estadísticas que explican porque el salario mínimo es más bajo que en el año 1900.  También, ocultas por la pauta aparecen las  masacres, los muertos , el costo de los plátanos, los recortes de personal o las desgracias de las vidas del común y corriente.

Sin divagar más, a los hechos me refiero: El periodismo nació siendo cultural. Sus redactores eran escritores y su contenido más literario que noticioso pero tenía baja circulación y escasos anuncios. Después fue el amarillismo y lo banal, como lo que ocurrió acá en Armenia cuando trajeron una exposición de pintura mexicana: Una muchachita, recién graduada de comunicadora social, vestida como para un casting, leyó las firmas en los cuadros y, ruidosamente preguntó: ¿Dónde están los de Carlos Fuentes y Jorge Volpi?


¿Entienden, ahora, porque  estoy dispuesta a dar la pelea por el periodismo cultural, los lectores y mis intereses personales? ¿Si  por los años sesentas, cuando en Cali se iniciaba la inquietud artística, y en los primeros festivales de arte con Fanny Mickey como promotora, ya era un compromiso hablar de los actores de la cultura, cómo cumplir ahora esa tarea? Las plataformas  digitales y las redes sociales, sobre todo Twitter con sus 140 caracteres, multiplican la actividad cultural pero no tienen tamices adecuados para cernir la paja del heno. Para terminar, dejo constancia de que en mi ejercicio periodístico me julepea la presunción de llegar a dilucidar el porqué de las circunstancias que atraviesa el periodismo y me apabulla la certeza de que no encontraré las respuestas.






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