Periodismo
sin respuestas frente a críticas por
mala calidad intelectual
Samaria Márquez Jaramillo
Hace muchos años, en La Tebaida tuve una infancia
feliz. Lo descubrí hace poco. Era débil,
esmirriada, temerosa y sigo siendo fea. Mi papá, al llegar a la casa, se mecía
en una silla, mientras leía el periódico. Yo me ubicaba detrás de él y abría y
cerraba mis labios imitando leer en voz baja. Un día mi mamá dijo:” ¡Pobrecita,
le enseñaré a leer!” A los 4 años leía todo lo que pasaba por mis ojos: Los
avisos de la sastrería, la bicicletería, la barbería, la lechería, la
droguería, todo terminando en ía. Predestinada: Me iría en el año 63 y volvería en el 88.
También
en mi primera infancia –ahora empiezo la séptima- leía los trozos de periódico
en los que venía envuelto el jabón. Esos pedazos, por no tener los renglones
completos, me daban una información fraccionada
que yo intentaba completar. Entonces empecé a ser escritora.Cuando tenía
10 años le escribí a El Tiempo, a una página que se llamaba La Tía Juana. Mi
texto fue publicado completo. Desde
entonces no he parado de escribir.
Tengo
7 novelas escritas. De ellas hay 5 publicadas... Las otras dos están a la
espera. ¿De qué? ¡No lo sé! En el año 2004, con La vida en tiempos de muerte
gané el premio Iberoamericano de novela
Mario Vargas Llosa. En el 2014, con Los Nietos del Exilio, quedé gran finalista en el premio Hispania de
Novela Histórica, que ahora, hermosamente editada y eficazmente comercializada
por la Editorial Áltera, está en las vitrinas de más de 10 países de habla
hispana,
Hace
50 años soy periodista. Trabajé en Cali,
en los periódicos Occidente, El País y El Pueblo. Fui, fui… ¿Que soy ahora?
Pensaré en eso: Regresé al Quindío... Y ¿qué más soy? Soy esposa, madre,
abuela, amiga, y compañera de manada de Kim, la 1/9 de Pointer Alemán que me
encontré en la calle y que de tan traumatizada que estaba demoró 5 meses para
ladrar, por primera vez, en su nueva
casa.
En
mi cédula consta:Nombre: Samaria Márquez Jaramillo . Sexo : Femenino
Convocadas
a contestar, mis hermanas dirán que pude haber tenido más si le hubiese dado al
amor menos. Mis hijos juzgarán que soy la presencia de la ausencia y mis amigos
opinarán que soy frenética, ferviente,
fanática y furibunda. Yo digo: ¡Es mi vida!
Escribir
para mí es un oficio mágico: Si no fuera por él estuviera muy vacía. Me llena
de alegrías y de frustraciones. Por supuesto que el número de estas últimas es
infinitamente más abundante que el de las primeras. Gústenme o no, en primera
página seguirán apareciendo las pataleta
de Uribe, el torso de Cristina
Ronaldo, los abultados senos de Sofía
Vergara, la auto publicidad por medio de la búsqueda del Tesoro Quimbaya y en un rincón, que no del alma sino de cualquier
página interior, las estadísticas que explican porque el salario mínimo es más
bajo que en el año 1900. También,
ocultas por la pauta aparecen las masacres,
los muertos , el costo de los plátanos, los recortes de personal o las
desgracias de las vidas del común y corriente.
Sin
divagar más, a los hechos me refiero: El periodismo nació siendo cultural. Sus
redactores eran escritores y su contenido más literario que noticioso pero
tenía baja circulación y escasos anuncios. Después fue el amarillismo y lo
banal, como lo que ocurrió acá en Armenia cuando trajeron una exposición de
pintura mexicana: Una muchachita, recién graduada de comunicadora social,
vestida como para un casting, leyó las firmas en los cuadros y, ruidosamente
preguntó: ¿Dónde están los de Carlos Fuentes y Jorge Volpi?
¿Entienden,
ahora, porque estoy dispuesta a dar la
pelea por el periodismo cultural, los lectores y mis intereses personales?
¿Si por los años sesentas, cuando en
Cali se iniciaba la inquietud artística, y en los primeros festivales de arte
con Fanny Mickey como promotora, ya era un compromiso hablar de los actores de
la cultura, cómo cumplir ahora esa tarea? Las plataformas digitales y las redes sociales, sobre todo Twitter
con sus 140 caracteres, multiplican la actividad cultural pero no tienen
tamices adecuados para cernir la paja del heno. Para terminar, dejo constancia
de que en mi ejercicio periodístico me julepea la presunción de llegar a
dilucidar el porqué de las circunstancias que atraviesa el periodismo y me
apabulla la certeza de que no encontraré las respuestas.
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