¿QUÉ
ES LA PATRIA ?
Samaria Márquez Jaramillo
Hace muchos años, la monja maestra de tercer grado
elemental dijo:
- Ahora, niñas, hablaremos de la patria. ¿Qué es la patria?
Todas las niñas, menos yo, levantaron la mano.
-
Yo hermana. Yo sé - dijo una de
ellas- La Patria
es el país donde nacemos.
-
Muy bien- Dijo la reverenda,
asintiendo con la cabeza.
-
No, hermana - gritó otra
compañera de estudio y agregó con orgullo:
-
La
Patria es como mi mamá, como mis hermanas,
como mi colegio.
Muy bien, muy bien - repetía la encargada de la clase,
oyendo el resto de respuestas, casi todas por el mismo estilo.
De pronto la profesora me vio. Yo estaba con la cabeza agachada.
- Y usted, Samaria, ¿usted no sabe lo que es la patria? Me
recriminó.
Todas me miraron. ¡Qué vergüenza! Como aún ahora, los
colores me encendieron el rostro. Pero tuve el coraje de ponerme de pie y
contestar sinceramente:
- No, hermana, no sé.
- Y, ¿no sabe ningún
verso en que se hable de la
Patria ? Dijo, tratando de ayudar ante mi azoramiento, la
antes casi acusadora monja.
Haciendo un esfuerzo contesté:
- Recuerdo algo que usted me enseñó: "Patria te adoro
en mi silencio mudo..."Pero no, no creo que esto represente a la Patria... El silencio
es ausencia de sonidos. Entonces, todos los silencios son mudos, ¿cómo puedo yo
adorar así? No, no hermanita, no sé lo que es la Patria.
Por mucho tiempo el bochorno de ese momento me acompañó y
otras veces volví a preguntarme qué cosa es la Patria.
Muchos años después pude saberlo.
La vida que teje y desteje destinos me llevó lejos de
Colombia. Muy lejos. Otro idioma. Otra cultura, diferentes anhelos me rodearon.
Estaba tan inmersa en el entorno, que hasta olvidé fechas.
Una mañana, al iniciarse la jornada de conferencias, de
repente sonaron unas notas marciales. Era 20 de Julio. El himno que yo oía era
el de Colombia. Era mi himno. El que canta al amor, a los héroes y recuerda las
palabras de Cristo. Mi mente, en un ejercicio que me es habitual, se evadió. Ya
no estaba en un aula de la
Universidad Al Azhar, en el Cairo, Egipto. Evocaba a La Tebaida. Mi primera
niñez. Mi padre muerto. Tantos olvidos forzados. Colombia desgarrada. Mi hija,
dejada con algunos familiares. Lo inútil de mis rebeldías. La carencia de cariño.
El dolor de no ser niña, lo absurdo de mis sueños imposibles y la palabra
recientemente cancelada de mi vocabulario: Es verdad, no nombraba ya a la
esperanza...
De pronto sentí que me tocaban en el hombro, miré: Una
vecina de silla, Fátima El-Kahim, con la palma de la mano y moviendo los dedos
hacia abajo me pedía que me sentara. Hacía varios segundos ya no se escuchaba
la repetida frase: "En surcos de dolores, el bien germina ya".
Entonces, solo entonces, comprendí que cosa es la Patria y empecé a llorar.
Transcurrieron muchos meses. Más de dos años. Regresé a
Colombia y busqué a la monjita, mi
profesora de tercero elemental. Estaba en la casa de descanso, donde van las
ancianas de la congregación. La encontré y le dije:
- Hermana, ahora ya sé lo que es la Patria. Es algo que nos
pertenece pero que no tenemos el valor de asumir. La Patria son las personas que
amamos y que dejamos cuando decidimos que, de pronto, el entorno nos queda estrecho.
La Patria es un vacío que pesa en nuestro corazón.
La patria es ese pedazo de nuestro interior que reservamos para nuestra
autoafirmación. La Patria
es un inmenso dolor que no nos atrevemos a afrontar… Es lo que antes era
nuestro y ahora pertenece a los secuestradores-terroristas. A esos que se nos
llevaron y mataron, en medio de los montes, a lo mejor de lo que llamamos
Patria.
Por
otros tantos y tantos años, el anterior texto terminaba dos renglones arriba. Y
llegó la presentación, en La Tebaida, de mi novela histórica Los nietos del exilio. Luego de que me
fuera inevitable llorar al evocar mi niñez y después de los aplausos obligados
en todo evento como el de la noche del 22 de abril en la casa de la cultura de
mi pueblo, cuando me encaminaba hacia la
mesa principal vi acercarse a una viejecita, encorvada y vestida con hábito de
la congregación de las teresitas, venía hacia mí. Yo hice, a la inversa su
recorrido y le economicé pasos al encuentro. Nos abrazamos y ella me dijo: Si,
ya sabes lo que es la Patria: Está conformada por reencuentros, pero ¿conoces,
ya, cuál es tu propósito de vida? Aquello que no aprendas de los hechos
desagradables, obliga a la ley universal
a repetirlo, tantas veces como sea necesario para que, ¡al fín! aprendas lo que
enseña lo sucedido. Lo que niegas te somete. Lo que aceptas te transforma. ¡Ya
no eres una niña! Seguir adelante y avanzar es la mejor opción para enriquecerte
y no sufrir. Recuerda que la persona más influenciable con lo que hablas y con
lo que escribes cada día, eres tú. Ten cuidado, entonces. No patines más. Fluye
parejo con tus días. La Patria es como una madre, pero si esa madre hace daño a
sus hijos, no puede llamarse madre. La vida tuya está más allá de los ríos
Barbas y La vieja y mucho más allá de Murillo…
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