domingo, 20 de mayo de 2018

Se oye un rumor no muy lejano


Se oye un rumor no muy lejano
Samaria Márquez Jaramillo

AY ayayayyy, se oyen rumores...los comentaristas de café y tertulias hasta se apoyan en Cien Años de soledad y hablan del destino fatal de un pueblo sin redención como Macondo.Nuestros antepasados, por su cultura, creyeron en el predestino. La Literatura, que se nutre de la realidad, lo confirma: Los Buendía y Macondo desaparecen porque es su sino, que se encuentra escrito en los pergaminos que Melquíades entregó a José Arcadio Buendía. Macondo está sentenciado a desaparecer, para cumplirlo llega el ferrocarril al pueblo y se confirma que el ocaso de los Buendía también se podría deber a un castigo de Dios por el incesto cometido entre Amaranta Úrsula y Aureliano. En el clan de los Buendía se cumple la fatalidad: le suceden muchas desgracias y pocos de los miembros de la familia encuentran la felicidad y la tranquilidad en sus vidas, como se narra en Cien años de soledad.
La Historia del Quindío está signada de desgracias no traídas por el tren sino por la politiquería, el afán de enriquecimiento rápido y el desespero arribista. Es así como analfabetos de pésima conducta y morales complacientes se adueñaron de los designios de Armenia , por la comodidad, desidia, soberbia y posesión de estrecha y corta periférica tranquilidad, con la que vivían los entonces descendientes de fundadores, y emerge otra clase de administración pública, con arribistas, nuevos vecinos que llegan a barrios de estrato 6 con ansias de miles de millones.
Más allá de la historia de la pelea por la hechura de un puente, hoy paseo mi memoria con el ánimo de rescatar el ejemplo que nos dejaron algunas antepasadas: Transcurría 1887 en el municipio antioqueño de Maceo y era una madrugada. Antonio Herrera ensilló un par de mulas y las arrió, junto con su mujer, María Giraldo y sus hijos, entre ellos Eudoxia Herrera Giraldo y pasando por Puerto Berrío, Caracolí, Manizales y Pereira, llegó al que ahora es nuestro Quindío, trayendo también a su ahijada, una niña huérfana, Cándida Rosa Uribe Restrepo, mi abuela, y se encontraron que ya estaban allí Jesús María Ocampo, Alejandro Suarez, Juan de Dios Arango, Manuel Cárdenas, Ignacio Martínez, Mariano Jaramillo, entre otros. Y fueron dos mujeres quienes, como lo dijera en 1923 en Manizales Valentín Macías: “Emigrado de Antioquia, el viejo labrador un día, hacha al hombro y machete al cinto, seguido de los suyos emprendió el éxodo tradicional y llegado que hubo a la cercana colina, con el pecho dilatado, asombrado los ojos, se posó sobre la montaña. Días después: El fragor de la serranía, los robles centenarios que se destronan, los guaduales que se abaten al férreo brazo del conquistador, y el humo de la quema que en espesos y en negros nubarrones sube al cielo y fueron ¡ ah, señores, qué sorpresa!, dos mujeres, Eudoxia Herrera y María Giraldo, vestida la primera en traje de hombre quienes superaron a muchos varones. Varias cuadras de montaña derribaron estas dos esforzadas mujeres dentro del perímetro de la trilladora Unión y la calle del Comercio. Ejemplo maravilloso del recio nervio y poderosa contextura del pueblo que aún del sexo débil se vale para exhibir su pujanza”...


Pero esa raza altiva, que fundara el Club Social Maceo en Armenia y recorríera con los pies descalzos  sus salones, fue transformándose hasta llegar a los señorones apoltronados en mullidos sillones, apostados detrás de los ventanales del extinto club América, criticando y bebiendo whisky, mientras las damas jugaban cartas, exhibían el trabajo de sus peluqueras y los vestidos de la casa Osorio, mientras tanto los mal nacidos del seno de la politiquería desplazaban a los negligentes y tejían ambiciones.
No es verdad que “si quiera se murieron los abuelos” ( evoco y rindo un homenaje a mi bisabuelo, don Mariano Jaramillo) porque si los descendientes de ellos hubiesen defendido la tradición, el honor, la dignidad y la verraquera de esos que acá llegaron buscando fortuna en minas y guacas y comprando oro cacao y café, pero a la vez fundando pueblos y ejerciendo el oficio de pobladores, otra historia estaríamos contando ahora los quindianos, tan atentos a que se imponga real justicia y rueden cabezas ...Tal vez, si es inminente la decapitación como gobernante regional, fuera bueno que el ex cura, no padre, pusiese su barba en remojo.