martes, 19 de abril de 2016

Libreros cerca a los sueños de escritores


Libreros cerca a los sueños de escritores
Creía que la felicidad consistía en poder tener y leer gran cantidad de libros. En mi adolescencia imaginé que todos los libreros eran felices: Vivían rodeados de volúmenes, sabían de autores y leían tanto como les permitía su oficio. ¡Si yo pudiera ser librera!, me decía cada vez que confrontaba mis sueños, con lo que prometía mi futuro. Pasaron los años. Me ausenté de La Tebaida, fui a vivir a Cali y mi paseo predilecto era ir por la carrera 12 con calle 10, cerca al Hotel Aristi, a mirar los ejemplares usados que, sobre el pasto del parque de Santa Rosa, vendían los libreros. Me engolosinaba teniendo en mis manos uno y otros tomos, mientras pensaba que eran los vendedores de obras los mejores críticos de Literatura. Había visto que los recicladores y otras personas les traían costales llenos de textos, ellos los sacudían limpiaban y organizaban y, en ese tiempo (transcurría 1965), a unos los valoraban en $5.oo y otros en $10.oo. Un día pregunté: ¿Qué parámetros siguen para valorar así? Las respuestas, expresadas mediante diferentes frases, decían lo mismo: “La experiencia, la buena memoria: algunos de esos libros son solicitados a diario y otros son de autores singulares: de un sólo lector...En consecuencia, valen más los más solicitados”. Lógica reflexiva y acertada
Además de vendedores, son psicólogos: Tienen un saber para compartir con el proyecto de comprador que se les acerca y llega, casi siempre, desorientado a la librería y sale con múltiples universos contenidos en las páginas.

No estaba tan enmarañada cuando quería ser librera y ya era escritora precoz: Podía leer, escribir y ganar para  lo esencial y, a la vez, el librero es el que puede modificar los gustos del lector comprador.

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