jueves, 14 de abril de 2016

Vida "real" de Cervantes también es ficcion

Vida real de Cervantes también es ficción
Samaria Márquez Jaramillo


Ortega y Gasset dijo de El Quijote: “Lejos, sola en la abierta llanada manchega, la larga figura de don Quijote se encorva como un signo de interrogación”. Esta descripción es aplicable al personaje y también a su creador: En el tema que más ficcionó   Miguel de Cervantes Saavedra fue en su vida, por la que transcurrió echándole doble llave a sus verdades  y novelando sobre sus datos biográficos hasta tal punto que sus biógrafos tienen que confesar que muchas de las circunstancias  que rodean la vida del ilustre minusválido, que no manco,  está llenas de     recodos.
Por ejemplo su nombre: Era hijo de Rodrigo de Carbantes, cirujano-barbero,   y de Leonor Cortinas. Entonces, el nombre del gran escritor era Miguel de Carvantes Cortinas. Lo que sí es claro es que el apellido Saavedra no aparece en los documentos revisados por sus biógrafos y que, en consecuencia, se entiende porque el autor de la obra madre de la novela moderna resalta  sus referencias a la no discriminación, así como  la afirmación de que Dios no le espulga el linaje a nadie es constantes en su obra y aparece de forma explícita en el Coloquio de los perros, donde distingue entre la actitud del “Señor del cielo”, que sólo mira la humildad de corazón de quien a él se dirige, de la de los “señores de la tierra”, que no sólo indagan en el linaje cuando eligen un servidor, sino que “le examinan la habilidad, le marcan los rasgos físicos  y aún quieren saber los vestidos que tiene”.

La idea repetida una y otra vez por Cervantes es que “cada uno es hijo de sus obras” y el linaje lo establecemos cada uno de nosotros con nuestros propios merecimientos, o la falta de ellos. No aludir nunca a su linaje, como si fuese algo que debía ocultarse, delata la existencia, en verdad, de algo que debe ser ocultado.

 El célebre escritor también fue conocido por un pseudónimo que ha perdurado a través de la historia: el manco de Lepanto y en honor a la verdad no fue manco. Sus mejores historiadores aseguran que durante la Batalla de Lepanto, Cervantes recibió tres heridas de arcabuz, un arma larga de fuego antecesora del mosquete y muy utilizada en infantería. El plomo de dos disparos le fue a parar al pecho y el tercero le dio de lleno en la mano izquierda. Tras seis meses en el hospital, las heridas recibidas en el pecho pudieron ser curadas, pero la mano le quedó anquilosada a causa de un nervio que fue seccionado por un trozo de plomo, quedándole inutilizada de por vida. Pero jamás le fue amputada, colgaba inerte de su hombro. El error originó la  leyenda que cuenta que el autor del famoso hidalgo, había perdido un brazo cuando le fue cortado por un turco durante la famosa batalla. En honor a la verdad resultan ficcionales los retratos y pinturas en los que aparece Cervantes, faltándole  el brazo y la mano izquierda. Aunque el incidente del brazo si le fue perjudicial  porque era zurdo y no podía valerse de su mano izquierda.

Cervantes estudió en el liceo, de la vida. Fue autodidacta. No cursó ningún año de enseñanza escolarizada. A saltos y trompicones aprendió algo de mucho. Más información que instrucción. Luego, como fue un intenso lector, recurrió a escritos sobre temas que le interesaban para completar sus saberes de escritor. Situación que hará bajar la cabeza a los que pregonan la aristocracia de los diplomas que no garantizan los saberes. Cervantes fue un lector empedernido. Era uno de los hombres de más ancha formación que había en la España de su tiempo. En sus propias palabras: ‘quien anda mucho y lee mucho, ve mucho y sabe mucho’ ” El hecho de que fuera autodidacta no debe hacerle ninguna merma, sino todo lo contrario: quizá eso le libró de las imposiciones de la enseñanza oficial y le dio más libertad de pensamiento. Entre las muchas lecturas que realizó sin duda dejaron particular huella en él la de los libros de caballerías, que inspiraron El Quijote.  Desde luego, a ello hay que añadir la admiración por el Orlando furioso, de Ludovico Ariosto, libro que Cervantes leyó y releyó en numerosas ocasiones y es una fuente indudable de su genial creación.

Cervantes, eso creo yo, en El Quijote exorcizó sus propios demonios: Don Quijote es un personaje individualista que padece situaciones, muy extendidas, de alienación y personaliza a su creador: Lee y sueña, se encierra, y luego irrumpe en un mundo que solo es real para su imaginación.

En El Quijote el narrador nos presenta, al comienzo, a un hidalgo anónimo, nadie sabe realmente quién es, pero el personaje desea ser alguien y tener un nombre acorde a la condición que anhela. Si se enlazan a Cervantes y el Quijote, creador y personaje, saltará a la vista que es común a ambos la  actitud  social reivindicatoria que se traduce en discursos y en acciones , pensadas mas con la ilusión que con la fantasía: Las prostitutas serán damas y la propia Maritornes será una “fermosa y alta señora”.
El final de la novela nos plantea que el renunciar a la ilusión  tiene consecuencias fatales, y el desarrollo de la misma plantea que, pese a que se deban sufrir revolcones, la única posibilidad de vivir una vida digna está en la lucha constante (no en la evasión constante), porque el verdadero triunfo es permanecer en la lucha misma.
 Vargas Llosa en Una novela para el siglo XXI dice que: “Don Quijote lucha por lograr cambios, modifica y se modifica, pero, lo importante es que vive realmente, no se queda encerrado en su pueblito, se permite ampliar sus horizontes y comprobar  por sí mismo que afuera hay  cosas para hacer y que no son las críticas de los intelectuales provincianos, modelos Medioevo, las que lo detendrán”.


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