Vida real de Cervantes también es ficción
Samaria Márquez Jaramillo
Ortega y Gasset dijo de El Quijote: “Lejos, sola
en la abierta llanada manchega, la larga figura de don Quijote se encorva como
un signo de interrogación”. Esta descripción es aplicable al personaje y también
a su creador: En el tema que más ficcionó
Miguel de Cervantes Saavedra fue
en su vida, por la que transcurrió echándole doble llave a sus verdades y novelando sobre sus datos biográficos hasta
tal punto que sus biógrafos tienen que confesar que muchas de las circunstancias
que rodean la vida del ilustre minusválido,
que no manco, está llenas de recodos.
Por ejemplo su nombre: Era hijo de Rodrigo de Carbantes, cirujano-barbero,
y
de Leonor Cortinas. Entonces, el
nombre del gran escritor era Miguel de Carvantes Cortinas. Lo que sí es claro
es que el apellido Saavedra no aparece en los documentos revisados por sus
biógrafos y que, en consecuencia, se entiende porque el autor de la obra madre
de la novela moderna resalta sus
referencias a la no discriminación, así como la afirmación de que Dios no le espulga el
linaje a nadie es constantes en su obra y aparece de forma explícita en el
Coloquio de los perros, donde distingue entre la actitud del “Señor del cielo”,
que sólo mira la humildad de corazón de quien a él se dirige, de la de los
“señores de la tierra”, que no sólo indagan en el linaje cuando eligen un
servidor, sino que “le examinan la habilidad, le marcan los rasgos físicos y aún quieren saber los vestidos que tiene”.
La idea repetida
una y otra vez por Cervantes es que “cada uno es hijo de sus obras” y el linaje
lo establecemos cada uno de nosotros con nuestros propios merecimientos, o la
falta de ellos. No aludir nunca a su linaje, como si fuese algo que debía
ocultarse, delata la existencia, en verdad, de algo que debe ser ocultado.
El célebre escritor
también fue conocido por un pseudónimo que ha perdurado a través de la
historia: el manco de Lepanto y en honor a la verdad no fue manco. Sus mejores
historiadores aseguran que durante la Batalla de Lepanto, Cervantes recibió
tres heridas de arcabuz, un arma larga de fuego antecesora del mosquete y muy
utilizada en infantería. El plomo de dos disparos le fue a parar al pecho y el
tercero le dio de lleno en la mano izquierda. Tras seis meses en el hospital,
las heridas recibidas en el pecho pudieron ser curadas, pero la mano le quedó
anquilosada a causa de un nervio que fue seccionado por un trozo de plomo,
quedándole inutilizada de por vida. Pero jamás le fue amputada, colgaba inerte
de su hombro. El error originó la leyenda que cuenta que el autor del famoso
hidalgo, había perdido un brazo cuando le fue cortado por un turco durante la
famosa batalla. En honor a la verdad resultan ficcionales los retratos y
pinturas en los que aparece Cervantes, faltándole el brazo y la mano izquierda. Aunque el incidente
del brazo si le fue perjudicial porque era
zurdo y no podía valerse de su mano izquierda.
Cervantes estudió en el liceo, de la vida. Fue
autodidacta. No cursó ningún año de enseñanza escolarizada. A saltos y
trompicones aprendió algo de mucho. Más información que instrucción. Luego,
como fue un intenso lector, recurrió a escritos sobre temas que le interesaban
para completar sus saberes de escritor. Situación que hará bajar la cabeza a
los que pregonan la aristocracia de los diplomas que no garantizan los saberes. Cervantes
fue un lector empedernido. Era uno de los hombres de más ancha formación que
había en la España de su tiempo. En sus propias palabras: ‘quien anda mucho y
lee mucho, ve mucho y sabe mucho’ ” El hecho de que fuera autodidacta no debe
hacerle ninguna merma, sino todo lo contrario: quizá eso le libró de las
imposiciones de la enseñanza oficial y le dio más libertad de pensamiento.
Entre las muchas lecturas que realizó sin duda dejaron particular huella en él
la de los libros de caballerías, que inspiraron El Quijote. Desde luego, a ello hay que añadir la
admiración por el Orlando furioso, de Ludovico Ariosto, libro que Cervantes
leyó y releyó en numerosas ocasiones y es una fuente indudable de su genial
creación.
Cervantes, eso
creo yo, en El Quijote exorcizó sus propios demonios: Don Quijote es un
personaje individualista que padece situaciones, muy extendidas, de alienación
y personaliza a su creador: Lee y sueña, se encierra, y luego irrumpe en un mundo
que solo es real para su imaginación.
En El
Quijote el narrador nos presenta, al comienzo, a un hidalgo anónimo, nadie
sabe realmente quién es, pero el personaje desea ser alguien y tener un nombre
acorde a la condición que anhela. Si se enlazan a Cervantes y el Quijote, creador
y personaje, saltará a la vista que es común a ambos la actitud social reivindicatoria que se traduce en
discursos y en acciones , pensadas mas con la ilusión que con la fantasía: Las
prostitutas serán damas y la propia Maritornes será una “fermosa y alta
señora”.
El final de la novela nos plantea que el
renunciar a la ilusión tiene
consecuencias fatales, y el desarrollo de la misma plantea que, pese a que se
deban sufrir revolcones, la única posibilidad de vivir una vida digna está en
la lucha constante (no en la evasión constante), porque el verdadero triunfo es
permanecer en la lucha misma.
Vargas
Llosa en Una novela para el siglo XXI
dice que: “Don Quijote lucha por lograr cambios, modifica y se modifica, pero,
lo importante es que vive realmente, no se queda encerrado en su pueblito, se
permite ampliar sus horizontes y comprobar por sí mismo que afuera hay cosas para hacer y que no son las críticas de
los intelectuales provincianos, modelos Medioevo, las que lo detendrán”.
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