Armenia, ciudad burocrática
Es
facilismo afirmar qué ciudad es la que tiene muchos habitantes mientras que un pueblo
se juzga como tal porque es un núcleo
urbano de menor número de coterráneos.
Ese
razonamiento diferenciador es errado. Porque, entonces, la ciudad sería un
pueblo grande y el pueblo una ciudad mínima. Con esta tabla rasa, el hombre
vendría a ser un niño grande y el niño un hombre enano. Y ¡nada de eso es
cierto!
La
diferencia no reside en las estadísticas demográficas o del número de las
calles sino que emana de la calidad de su cultura y de que no haya un género de
vida u ocupación con predominio sobre otros.
Armenia
es una ciudad burocrática: No se puede adjetivar como
Pesquera
o ganadera, industrial o minera, agropecuaria o de servicios. Y no es singular
porque dentro de los linderos gubernamentales
no hay puestos oficiales para la tanta
gente que multiplica la cifra del desempleo y porque, lo más preocupante, no ha
crecido el número de sus habitantes por
generación espontánea de ellos, no por su propia cuenta, sino por el aporte del
desplazamiento de aquellas familias que abandonaron los campos y las
poblaciones en conflicto interno, para llegar acá en busca del “sueño quindiano”,
es decir vivir en un departamento “joven, rico y poderoso”, señuelo que tanto
daño hace puesto que aunque se diga que las actividades comerciales de
Armenia tienen sustento principalmente en el comercio, la agricultura, el
turismo, la prestación de bienes y servicios, las comunicaciones y, en menor
proporción, la industria y la construcción, es el desempleo el rubro más
alto.
Cuando en 1963, con 15 años y mirada de “mundonovisto”,
junto con mi familia, me fui de La Tebaida a vivir a Pereira y dos años después
a estudiar y trabajar en Cali, con años
en otros países y muchos viajes, hasta enero de 1988 que regresé al Quindío, a
Armenia, muchas modificaciones han aguantado mis sueños, todos ellos con una
pretensión común: Ser escritora y ser feliz. No sé si en ese orden. Pero, desde
mi regreso, tengo la certeza de que Armenia es víctima de su dirigencia, que
elige ser protagonista de la historia de su región a ser forjador de la historia del Quindío,
todo ello en un afán de show semejante
(¿igual?) al inmovilismo social de la Familia Castañeda, evento obligado de
fiestas pueblerinas. Mientras tanto el desarrollo se fue, despidiéndose más que
circo pobre y haciéndonos señales que nos quieren hacer entender que superemos
el ser elenco de comparsa y seamos dinámicos pretendientes de la ciudad que
impedimos. Hay muchos esfuerzos dispersos. Infinidad de posiciones tras éxitos mediáticos
pero de futuro ¿qué?
Es verdad hay tiempo de reír y tiempo de
trabajar pero ¿cuál o cómo será el tiempo del futuro?
Hubo un momento, ahora histórico, en el que mis antepasados ,con sus esfuerzos lograron un "jalón" de progreso para nuestra región. Luego hubo un relevo social y llegaron los arribistas, en mayor número que los que sabían para dónde iban y, entonces, para mal de esta ciudad y el departamento, los nuevos ídolos, todos ellos mediáticos, ajustaron el desarrollo de Armenia a sus posibilidades, restringidas por su cultura básica y... los resultados están a la vista.¡A mal que vamos!
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