La novela
histórica como máscara.
Autora. Carmen Díaz de Alda Heikkilá . Universidad de
Tampere (Fragmento)
En un intento provisional de definición diríamos que se
entiende por novela histórica la que intenta la reconstrucción de una época, un personaje o un episodio
situados en el pasado y, sin traicionarlos, recrear episodios y personajes del
mundo antiguo, ya sea insertando en un marco histórico una peripecia
aventurera, con figuras desconocidas o marginales de la historia auténtica, o
bien aquellas obras que tratan de manera personal y novelesca de alguna gran
figura histórica. Tanto si predomina la novela de espacio o la novela
personaje, la reconstrucción histórica ha de hacerse sin detrimento porque la
verdad de lo relatado, para que constituya materia novelesca, haya de aliarse
con la ficción. Es por tanto un género híbrido, ya que junto al respeto por lo
histórico participa de todas las características de tipo estructural que tiene
la novela.
El florecimiento actual de la literatura histórica no por
evidente ha dejado de sorprender a los críticos. La enorme difusión en nuestro
país de las novelas de M.Yourcenar, Robert Graves, Amin Maalouf o Umberto Eco
ha contribuido sin duda a un mayor desarrollo y proyección de la narrativa
histórica, pero conviene también apuntar algunas razones intrínsecas que
explicarían el auge actual de la Historia como materia narrativa. Por una parte
el hastío de la novela realista y de la novela social.
En 1987 Eslava Galán
ganaba el premio Planeta con En busca del Unicornio, novela ambientada en el
siglo XV; desde entonces varios de los premios otorgados por las editoriales
han recaído en narraciones de tipo histórico, como fue el caso de No digas que
fue un sueño de Terenci Moix o El manuscrito carmesí de Antonio Gala. Por otra
parte, hay un cansancio y agotamiento de la novela experimental que ha llevado
indefectiblemente a una nueva narratividad en novela, y en poesía a una nueva
sentimentalidad.
El lector medio ,cansado de una oferta excesivamente
culturalista, 'intelectual', o experimental, en la que la materia narrada tenía
una presencia mínima e importaba la estructura literaria o el cómo se contaba por
encima del qué se contaba, ha recuperado el gusto por la aventura y la evasión,
volviendo así a lo que el género fue en sus orígenes. Este renovado interés, indicativo
de un nuevo romanticismo, coincide también con la elevación del nivel cultural
de los lectores. El lector, en esta época de saturación informativa - apenas si
podemos leer, no ya asimilar, una mínima parte de la información que se nos
suministra - agradece que se le ofrezcan de manera atractiva hechos
fundamentados en la historia, aparentemente distantes de su circunstancia
vital; la novela histórica supone la entronización del pasado sobre la
cotidianeidad, porque en ese pasado está lo fascinante, lo esotérico, lo
maravilloso, todo aquello que nos aleja de nuestra realidad. Un pasado no sólo
'refugio de lectores', porque también el autor, cansado de su propio tiempo,
busca en épocas remotas un sentido a la realidad actual.
Podríamos citar decenas de obras muy bien escritas pero
carentes de imaginación o, por lo menos, de imaginación 'argumental’; la
historia como materia narrativa nos ofrece un enorme caudal de personajes y
acontecimientos susceptibles de ser revividos, cuya realidad supera con mucho
algunas ficciones novelísticas. : la historia - apostillo citando a Cicerón -
'es testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la
vida y mensajera de la antigüedad'.' Este concepto de la historia como magister
vitae, que tuvo en el romanticismo un florecimiento sin precedentes - el pasado
no sólo como fuente de conocimiento sino también como forma de interpretar el
presente - sigue vigente en muchas de las novelas actuales de ambientación histórica.
Pero nos encontramos también con otra interesante orientación: la novela como
vía de conocimiento de seres individuales, muy en consonancia con el signo
existencial de nuestra época, que alienta también el creciente interés por las
biografías, las memorias y el género epistolar. Los autores existenciales, 'con
claro sentido humanista, quieren enfrentar figuras ejemplares en otros momentos
históricos con nuestro presente, para que el lector deduzca la similitud o el
contraste’ Hablar de novela histórica es algo genérico e impreciso, porque tras
una anécdota situada en tiempos pasados se ocultan actitudes y propósitos muy
diferentes. El autor puede limitarse a reconstruir una época, pero también
puede 'establecer relaciones con el presente de tipo político, religioso,
cultural, económico, etc. Saltando a través de los siglos, la novela... se
carga de connotaciones, mensajes y resonancias absolutamente nuevas que le
atribuyen una dimensión insospechada'.
Dentro de ese armazón argumental coloca unos personajes
imaginarios que son los que van a servir como cauce de su propia subjetividad:
donde el autor está es sobre todo en los personajes de ficción, que son los que
le conceden mayor libertad, pero también la elección de los personajes
históricos y la elección de época son reveladoras. Porque tras la máscara de la
historia parece también que el novelista gana en objetividad, o en distanciamiento
de sí mismo y va mucho más allá del
postulado flaubertiano: 'Madame Bovary soy yo'. El está en todos sus
personajes, los construye con sumo cuidado, escribe sus biografías completas.
Todos, hasta los más insignificantes, más tarde o más temprano tendrán voz;
todos son importantes, como también lo son los objetos y las cosas, que parecen
estar sometidos a una dinámica de predestinación
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