domingo, 13 de marzo de 2016

LA NOVELA HISTÓRICA. PUBLICACIÓN DEL CENTRO VIRTUAL CERVANTES










La novela histórica como máscara.  
Autora. Carmen Díaz de Alda Heikkilá . Universidad de Tampere  (Fragmento)
En un intento provisional de definición diríamos que se entiende por novela histórica la que intenta la reconstrucción  de una época, un personaje o un episodio situados en el pasado y, sin traicionarlos, recrear episodios y personajes del mundo antiguo, ya sea insertando en un marco histórico una peripecia aventurera, con figuras desconocidas o marginales de la historia auténtica, o bien aquellas obras que tratan de manera personal y novelesca de alguna gran figura histórica. Tanto si predomina la novela de espacio o la novela personaje, la reconstrucción histórica ha de hacerse sin detrimento porque la verdad de lo relatado, para que constituya materia novelesca, haya de aliarse con la ficción. Es por tanto un género híbrido, ya que junto al respeto por lo histórico participa de todas las características de tipo estructural que tiene la novela.
El florecimiento actual de la literatura histórica no por evidente ha dejado de sorprender a los críticos. La enorme difusión en nuestro país de las novelas de M.Yourcenar, Robert Graves, Amin Maalouf o Umberto Eco ha contribuido sin duda a un mayor desarrollo y proyección de la narrativa histórica, pero conviene también apuntar algunas razones intrínsecas que explicarían el auge actual de la Historia como materia narrativa. Por una parte el hastío de la novela realista y de la novela social.
 En 1987 Eslava Galán ganaba el premio Planeta con En busca del Unicornio, novela ambientada en el siglo XV; desde entonces varios de los premios otorgados por las editoriales han recaído en narraciones de tipo histórico, como fue el caso de No digas que fue un sueño de Terenci Moix o El manuscrito carmesí de Antonio Gala. Por otra parte, hay un cansancio y agotamiento de la novela experimental que ha llevado indefectiblemente a una nueva narratividad en novela, y en poesía a una nueva sentimentalidad.
El lector medio ,cansado de una oferta excesivamente culturalista, 'intelectual', o experimental, en la que la materia narrada tenía una presencia mínima e importaba la estructura literaria o el cómo se contaba por encima del qué se contaba, ha recuperado el gusto por la aventura y la evasión, volviendo así a lo que el género fue en sus orígenes. Este renovado interés, indicativo de un nuevo romanticismo, coincide también con la elevación del nivel cultural de los lectores. El lector, en esta época de saturación informativa - apenas si podemos leer, no ya asimilar, una mínima parte de la información que se nos suministra - agradece que se le ofrezcan de manera atractiva hechos fundamentados en la historia, aparentemente distantes de su circunstancia vital; la novela histórica supone la entronización del pasado sobre la cotidianeidad, porque en ese pasado está lo fascinante, lo esotérico, lo maravilloso, todo aquello que nos aleja de nuestra realidad. Un pasado no sólo 'refugio de lectores', porque también el autor, cansado de su propio tiempo, busca en épocas remotas un sentido a la realidad actual.
Podríamos citar decenas de obras muy bien escritas pero carentes de imaginación o, por lo menos, de imaginación 'argumental’; la historia como materia narrativa nos ofrece un enorme caudal de personajes y acontecimientos susceptibles de ser revividos, cuya realidad supera con mucho algunas ficciones novelísticas. : la historia - apostillo citando a Cicerón - 'es testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida y mensajera de la antigüedad'.' Este concepto de la historia como magister vitae, que tuvo en el romanticismo un florecimiento sin precedentes - el pasado no sólo como fuente de conocimiento sino también como forma de interpretar el presente - sigue vigente en muchas de las novelas actuales de ambientación histórica. Pero nos encontramos también con otra interesante orientación: la novela como vía de conocimiento de seres individuales, muy en consonancia con el signo existencial de nuestra época, que alienta también el creciente interés por las biografías, las memorias y el género epistolar. Los autores existenciales, 'con claro sentido humanista, quieren enfrentar figuras ejemplares en otros momentos históricos con nuestro presente, para que el lector deduzca la similitud o el contraste’ Hablar de novela histórica es algo genérico e impreciso, porque tras una anécdota situada en tiempos pasados se ocultan actitudes y propósitos muy diferentes. El autor puede limitarse a reconstruir una época, pero también puede 'establecer relaciones con el presente de tipo político, religioso, cultural, económico, etc. Saltando a través de los siglos, la novela... se carga de connotaciones, mensajes y resonancias absolutamente nuevas que le atribuyen una dimensión insospechada'.
Dentro de ese armazón argumental coloca unos personajes imaginarios que son los que van a servir como cauce de su propia subjetividad: donde el autor está es sobre todo en los personajes de ficción, que son los que le conceden mayor libertad, pero también la elección de los personajes históricos y la elección de época son reveladoras. Porque tras la máscara de la historia parece también que el novelista gana en objetividad, o en distanciamiento de sí mismo y  va mucho más allá del postulado flaubertiano: 'Madame Bovary soy yo'. El está en todos sus personajes, los construye con sumo cuidado, escribe sus biografías completas. Todos, hasta los más insignificantes, más tarde o más temprano tendrán voz; todos son importantes, como también lo son los objetos y las cosas, que parecen estar sometidos a una dinámica de predestinación


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