TRES
AÑOS MÁS LEJOS DE LA PAZ
Un
anciano Cherokee llamó a su nieto y le hizo esta confidencia: Escucha,
muchacho, una batalla se está dando en este territorio... ¡Una lucha entre dos
lobos!
-
¿Entre dos lobos, abuelo?
-
Sí, dos lobos. Uno es vanidoso, arrogante, soberbio, ególatra y populista.
-¿Y
el otro, abuelo?
-El
otro es ingenuo, utópico y amante de la paz justa.
-¿Y cuál de los dos lobos ganará la pelea,
abuelo?
El anciano Cherokee miró fijamente a su nieto
y le respondió:
-
Aquel que el pueblo alimente y proteja…
de la Calle dice: ¡esperen!,
indígena wayú replica:"Vengan donde nosotros. Aprenderán a legislar, a buscar y a encontrar una paz justa que no fusile, con balas de hambre, a los niños que, también, son victimas ...
mientras tanto, la autora de esta columna afirma:
Unamuno
explicó al mediocre, señalando que es el
fenotipo de los seres agobiados por su propia decisión de no ser y agregó que:
mientras el mediocre se empecina en ser opaco, irresoluto y huidizo, por otro
lado el Estado aumenta su poder alimentado por los connacionales, cada vez más mediocres, y por
mamá Patria, que guía al despeñadero.
Por
fortuna no se pudo entronizar en Colombia una paz capitalista, porque –opino- que
fue engendrada desde el primer instante como un feto abortado, porque la Paz,
con mayúscula, implica justicia.
En
el 2005 el Congreso de la República de Colombia aprobó la Ley 975, conocida
como la Ley de Justicia y Paz, que tiene por objetivo manifiesto: “facilitar
los procesos de paz y la reincorporación individual o colectiva a la vida civil
de miembros de grupos armados al margen de la ley, garantizando los derechos de
las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación”.
De forma explícita la Ley reconoce a quiénes
se debe considerar como víctimas del conflicto, y establece los derechos a los
que éstas tienen acceso; asimismo, la Ley estipula los “requisitos de
elegibilidad” para la desmovilización individual y colectiva.
Luego,
en el 2013, el presidente modificó esa
ley, tal vez porque construyó una noción de víctima, deconstruida y reelaborada
desde múltiples puntos de vista. Las críticas se centran en que el marco jurídico establecido por la Ley
975, que en teoría iba a garantizar “verdad, justicia y reparación”, solo permitió conocer “verdades a medias” y no logró el resarcimiento a las
víctimas por parte de sus verdugos. Puesto que las confesiones de los terroristas apenas sirvieron para “identificar muchas fosas comunes” y para
que se supieran “algunas cosas”; pero la Leyes promulgadas están lejos de cumplir los objetivos para los que fueron aprobadas y poco o nada entregaron de justicia o de
paz, a pesar del nombre rimbombante que les atribuyeron.
Ahora,
frente al más gordo conejo que ha
estafado la buena fe de los colombianos,
llamo la atención: No se podrá avanzar mediante paradigmas ineficaces y se
necesita la Paz. A ella llegaremos si se hace borrón y cuenta nueva en el
proceso pacificador puesto que el que venció su plazo el 23 de marzo, ya es
letra muerta y sirvió, solo, como sofisma de distracción.
Samaria
Márquez Jaramillo
.
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