sábado, 26 de marzo de 2016

TRES AÑOS MÁS LEJOS DE LA PAZ

TRES AÑOS MÁS LEJOS DE LA PAZ
Un anciano Cherokee llamó a su nieto y le hizo esta confidencia: Escucha, muchacho, una batalla se está dando en este territorio... ¡Una lucha entre dos lobos!
- ¿Entre dos lobos, abuelo?
- Sí, dos lobos. Uno es vanidoso, arrogante, soberbio, ególatra y populista.
-¿Y el otro, abuelo?
-El otro es ingenuo, utópico y amante de la paz justa.
 -¿Y cuál de los dos lobos ganará la pelea, abuelo?
 El anciano Cherokee miró fijamente a su nieto y le respondió:
- Aquel  que el pueblo alimente y proteja…




                      de la Calle dice: ¡esperen!,
       indígena wayú replica:"Vengan donde nosotros. Aprenderán              a legislar, a buscar y a encontrar una paz justa que no            fusile, con balas de hambre, a los niños que, también, son victimas ...


mientras tanto, la autora de esta columna afirma:
Unamuno explicó al mediocre, señalando  que es el fenotipo de los seres agobiados por su propia decisión de no ser y agregó que: mientras el mediocre se empecina en ser opaco, irresoluto y huidizo, por otro lado el Estado aumenta su poder alimentado por  los connacionales, cada vez más mediocres, y por mamá Patria, que guía al despeñadero.
Por fortuna no se pudo entronizar en Colombia una paz capitalista, porque –opino- que fue engendrada desde el primer instante como un feto abortado, porque la Paz, con mayúscula, implica justicia.
En el 2005 el Congreso de la República de Colombia aprobó la Ley 975, conocida como la Ley de Justicia y Paz, que tiene por objetivo manifiesto: “facilitar los procesos de paz y la reincorporación individual o colectiva a la vida civil de miembros de grupos armados al margen de la ley, garantizando los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación”.
 De forma explícita la Ley reconoce a quiénes se debe considerar como víctimas del conflicto, y establece los derechos a los que éstas tienen acceso; asimismo, la Ley estipula los “requisitos de elegibilidad” para la desmovilización individual y colectiva.
Luego, en el 2013,  el presidente modificó esa ley, tal vez porque construyó una noción de víctima, deconstruida y reelaborada desde múltiples puntos de vista. Las críticas se centran en que el marco jurídico establecido por la Ley 975, que en teoría iba a garantizar “verdad, justicia y reparación”, solo permitió conocer “verdades a medias” y no logró el resarcimiento a las víctimas por parte de sus verdugos. Puesto que las confesiones de los terroristas apenas sirvieron para “identificar muchas fosas comunes” y para que se supieran “algunas cosas”; pero la Leyes promulgadas  están lejos de cumplir los objetivos para los que fueron  aprobadas y poco o nada entregaron de justicia o de paz, a pesar del nombre rimbombante  que les atribuyeron.
Ahora, frente al más gordo conejo que  ha estafado  la buena fe de los colombianos, llamo la atención: No se podrá avanzar mediante paradigmas ineficaces y se necesita la Paz. A ella llegaremos si se hace borrón y cuenta nueva en el proceso pacificador puesto que el que venció su plazo el 23 de marzo, ya es letra muerta y sirvió, solo, como sofisma de distracción.
Samaria Márquez Jaramillo

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