sábado, 26 de marzo de 2016

Les presento a Los Nietos del Exilio, en su oficio de narradores


Los Nietos del Exilio, en su oficio de narradores
Por Samaria Márquez Jaramillo


De acá y de allá tomé frases delatoras para evidenciar algo de lo que hicieron  y dijeron, durante las charlas que por dos  años tuvieron Los Nietos del exilio, y en las que dejaron rastros de sus úlceras emocionales.
 Puntualizando algunos párrafos salta a la vista que no fue fácil a la llamada en su primer año de vida María Dolores Mulaló , a partir de su segundo cumpleaños ser Dolores Corona y luego de los 16 años, como resultado de su matrimonio con un inglés, continuar siendo Dolly Colvert,  y que su hija, Deborah Colvert , confesa  aeiou –ansiosa, enfática, intensa, obsesiva, utópica-, finalice su actuar dentro de la novela confesando que “cuando se está en un lugar  y se anhela estar en otro, la solución no es un avión, barco o cualquier otro vehículo. La necesidad no es de renovación de entorno. Lo que urge es poseer dentro de sí ese algo que ha sido imposible encontrar…”
- Calla  mujer. Los tiempos de guerra son tiempos de locura. Todo vale y nada vale. Me cago en el amor de novela romántica, utópico y anacrónico.
- Por mi parte, y con intención de encontrar nuevos recursos narrativos, les compartiré porciones incompletas, iguales a un dedo sin mano. ¿Cómo podrá ese dedo señalar? Peor es el sino de la mano sin dedos ¿cómo puede volverse puño?
- Mis presentimientos ven llegar una novela inaugural de un subgénero de cerrazón obsesiva, que convertiría sus páginas en campos de  acción de envejecidas venganzas , hacedoras de personajes esquematizados: español invasor, esclavo valiente, conquistador villano, colono ignorante, arriero promiscuo, fundador anacrónico, guaquero angurrioso, oro maldito, violencia irracional, narcotráfico desalmado, terrorismo criminal, guerrilla conejera…
Para muchos mi padre, Edward Colvert, murió repentinamente. Sabemos que se suicidó. Hacía años era impotente, se estaba quedando ciego y había perdido su ironía, quedaba ‘touché’. Ya no hacía bromas  porque su pene empezó a ser humilde y bajaba la cabeza ante las provocaciones;  pero recurrió a la  muerte cuando no pudo ser irónicamente cruel. En su última cháchara contó: “Un ciego, apoyado en su bastó blanco, se encuentra con un pariente, recientemente accidentado y que tiene un pie enyesado y se apoya en muletas:
-     ¿Qué tal andas?- le pregunta.

-     Pues  ¡ya lo ves!- contesta al ciego, el cojo…

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